Hace siete días los trabajadores judiciales eligieron en elecciones
simultáneas desarrolladas en tres sensibles fueros sus nuevas Comisiones
Internas: Civil, Laboral y Penal ordinario. Los resultados marcaron el comienzo
del fin de la hegemonía de Julio Piumato al frente de la Unión de Empleados de
la Justicia de la Nación (UEJN). Muy a su pesar, el secretario general debió
convocar a elecciones y poner en juego su histórica supremacía, plebiscitando
ante los trabajadores el injustificado giro político e ideológico que
experimentó la conducción en el último tiempo. A partir de diciembre de 2011,
Piumato desanduvo todo lo transitado desde mayo de 2003 y se alineó sorpresiva e
insólitamente con la Corte Suprema, la Asociación de Magistrados y las
expresiones más rancias de la oligarquía judicial, especialmente durante el
tratamiento de las leyes de Democratización de la Justicia. Ese riesgo político
que Piumato no tuvo más remedio que asumir es indicativo de la crisis que
atraviesa a la Unión, y que hasta tuvo su expresión en el seno de su Comisión
Directiva: en junio dos secretarios (de Interior y de los ministerios Públicos
fiscal y de Defensa) fueron expulsados en un "Congreso extraordinario"
fraudulento, tanto de la conducción que integraban por mandato de los
trabajadores como del gremio. ¿El delito?: las agudas diferencias políticas con
Piumato.
Lo notable de estas elecciones internas, demoradas durante años en
Tribunales, es, precisamente, que haya habido elecciones. Con el visto bueno de
jueces y camaristas, los mandatos de los delegados se encontraban vencidos por
lo menos desde hacía dos años. Fueron los trabajadores quienes exigieron a la
cúpula la renovación de sus representes de base.
Por cierto, la democracia
sindical no es una práctica habitual en los gremios, incluida la UEJN. Las
discusiones internas son zanjadas por Piumato de un modo poco convencional:
expulsión de los disidentes y hasta persecución laboral de los opositores, con
la ayuda invalorable de jueces que se prestan a sancionar disciplinariamente a
quienes resisten a Piumato. De ahí los resultados de estas elecciones. La lista
Marrón, que maneja el gremio, perdió en el fuero penal, el más numeroso y
participativo, en manos de la lista Azul. La sonora (y previsible) derrota fue
disimulada con las victorias por escaso margen en otros fueros. Fue esa,
precisamente, la intención de la conducción al convocar a elecciones internas el
mismo día. En Civil –una vieja fortaleza inexpugnable de Piumato pues fue allí
donde el secretario general hizo su carrera laboral– la Marrón se impuso por una
leve diferencia. La sorprendente lista Blanca reunió el 47% de los votos y logró
imponerse con claridad en Lavalle 1220, el edificio más importante de entre
todos los que concentran juzgados civiles. En Penal Económico, en cambio, la
nueva Comisión Interna fue elegida en mayo. Las elecciones habían sido
convocadas con suficiente antelación y acordadas con las autoridades del fuero
mucho antes que la situación política tan particular que atraviesa el Poder
Judicial se precipitara. A Piumato le resultó imposible no realizarlas, aunque
lo hubiera deseado. Si bien ganó una lista que se presentó con el color Marrón,
sus dirigentes asistieron a un acto de Justicia Legítima en la Biblioteca
Nacional apenas consumado el triunfo, marcando una posición absolutamente
diferenciada. A esa misma hora Piumato tomaba café con el juez Recondo. En
Laboral, en tanto, se presentaron tres listas: la Marrón, su aliada
Bordó-Naranja, de extracción filo maoísta, y la Celeste, del Frente de
Trabajadores Judiciales Nacional y Popular.
La puja política e ideológica que
surca al Poder Judicial y también al gremio de trabajadores se vio especialmente
reflejada en ese fuero. El oficialismo debió apelar a la ortopedia de otra lista
"opositora", a fin de dividir por "izquierda" el creciente voto antipiumatista.
Así y todo, los kirchneristas, que compitieron por primera vez en el fuero,
alcanzaron el piso nada despreciable del 20 por ciento. Para disimular el
tropiezo la Comisión Directiva emitió el viernes 27 un risueño comunicado de
prensa en el que afirmó que "sobre 10 elecciones la Marrón ganó en 9 fueros
donde se presentaron listas financiadas por el Gobierno Nacional". Falso.
En
las otras siete elecciones que Piumato dice haber ganado la Marrón rivalizó
contra nadie. En áreas como Corte Suprema o Notificaciones, el piumatismo se
renovó por pura inercia, ya que sólo "compitió" una única lista. Allí la
corporación judicial es demasiado espesa, los límites entre el gremio y la
patronal se tornan difusos, la participación sindical es más bien escasa, y las
formalidades estatutarias (por ejemplo, la larga veintena de cargos a ser
cubiertos por los aspirantes a delegados) imposibilitan el armado de listas
disidentes. Desde luego, si el gobierno hubiera sostenido a la oposición su
performance habría sido aún mejor y, además, unificada. Nada de esto ocurrió,
aunque por ahora: en conversaciones informales, los disidentes están acordando
por estas horas estrategias de unidad de cara a las elecciones generales de la
UEJN del año que viene. Teléfono para el "buen peronista".
Las variadas
resistencias a Piumato tienen un denominador común: el rechazo de un número
creciente de trabajadores a su viejo personalismo. Este año y de manera casi
grotesca, el gremialista volvió a situar por delante del interés objetivo de los
judiciales su ambición personal: conseguir una diputación nacional a cualquier
costo, bajo un sello capaz de proporcionarle esa lejana, hipotética y nuevamente
negada posibilidad. A seguir participando.
Los resultados de las urnas abren
un escenario de mediano plazo totalmente resbaloso para Piumato. Pertenecer a la
familia judicial tiene sus privilegios, pero sale caro. Se desconoce todavía el
tamaño de los realineamientos y pases de factura internos que el accidente
electoral provocará en el oficialismo Marrón. Ni el aparato ni el generoso favor
de los jueces amigos (la Corte firmó un demorado aumento salarial retroactivo a
julio justo una semana antes de las elecciones) están pudiendo contener los
vientos de cambio que empezaron a soplar en la UEJN, empujados por la batalla
cultural que libra la sociedad argentina por democratizar su sistema de
justicia. Así en los gremios de trabajadores como en la historia, el tiempo está
a favor de los pequeños